Es un hecho confirmado: ser cristiano no está de moda. ¿Qué no se lo creen? Pues echen la vista atrás y recuerden las noticias por las que los cristianos hemos salido en los medios de comunicación estas últimas semanas.
A nadie le gusta pertenecer a la Iglesia, todos estan en contra de esta religión tan coercitiva. Sin embargo, me pregunto a mí mismo qué sería de los declarados anticlericales si la Iglesia no existiera. La respuesta que se me viene a la cabeza es que, posiblemente, ante la falta de un blanco fácil, se encargarían de crear un nuevo enemigo al que poder atacar con total impunidad.
Primero Sor Maravillas, a la que seguro, de saber la polémica que se han encargado de fabricar a su costa, no lo huberia importado vivir un número más abajo de la "carrera de San Jeronimo". Por otro lado la guerra de los crucifijos. Ahí ya no hay quien se ponga de acuerdo. Padres enfrentados por hijos que no se enteran de la "misa la mitad", jueces, profesores, Estado..., todos en medio de una encrucijada de la que parece que aún queda mucho petróleo por sacar.
No está de moda ser cristiano, decía al princio. Y menos mal, añado a continuación. Menos mal, no porque no quisiese que todos los seres humanos conociesen a Jesús. Menos mal, digo, porque las modas llegan, triunfan, pero, tan rápido como consiguen el éxito, también pasan.
Llego a la conclusión de que el mundo vive uno de los momentos más interesantes para ser cristianos. La democracia ya no tiene vuelta atrás, poco a poco el tirano se verá obligado a marcharse de ese trono que, por desgracia, aún ostenta. Es el momento del diálogo, del respeto y del multiculturalismo.
Y para los cristianos es el momento de desnudarnos. No tenemos otra opción. La Iglesia cuenta con las herramientas; con los medios modernos; cuenta con buenos pastores; con gente comprometida y preparada; con jóvenes; cuenta con los pobres. Sólo hace falta mostrarnos tal cual vinimos al mundo, es decir, tal cual Jesús nos enseña.
¿A qué y a quién temer? Ya no hay ninguna guerra por la que luchar, no hay que defender la fe en contra de nadie. Todo lo contrario, hay que ofrecerla. Porque el que conoce a Cristo es imposible que pueda decir una palabra en contra de Él. Se acabó, eso de esconder nuestra fe y de guardarla como si fuese una posesión que nos pudiesen arrebar. Nada menos conveniente. La fe, en comunidad. Cristo rebosa. Por mucho que desees cerrar la boca, Jesús, acaba saliendo a borbotones. No se puede contener.
Entonces, ¿por qué este frente abierto en contra todo lo que huela a cristianismo? Porque, Cristo, desde luego no es el problema. ¿Somos nosotros el problema? ¿No somos, al fin y al cabo, tan buenos apóstoles como nos tienen encargado? Vergüenza cero y preparación máxima. Creo que son los dos consejos que, humildemente, puedo dar y que me intento aplicar cada día. Conocer a Jésus con profundidad, nosotros los que nos hacemos llamar su seguidores, para luego ofrecerlo a los demás. Con entereza, con claridad y sin sucedáneos.