jueves, 15 de abril de 2010

Al Tercer Día Resucitó

"Dios está aquí. Tan cierto como el aire que respiras..." dice una canción de Iglesia. Y no hay nada más real: Cristo ha resucitado. ¡Cristo vive! Perdonad que lo grite pero, sin duda alguna y aunque chirríe a los oídos posmodernos, la resurrección de Jesús es el hecho más importante de la Historia de la humanidad. Me niego a que pase desapercibido.

El que dio la vida por la humanidad, sin distinciones de ningún tipo, no se quedó clavado en la cruz como algunos desearon. Ésta fue su medio, su "instrumento" para demostrar al mundo el amor del Padre.

Dios, el más grande, se hizo el más pequeño. Se humilló con santa paciencia: lo fustigaron; le escupieron a la cara; lo desnudaron ante todos; le insultaron y, finalmente, lo traspasaron.

¿Finalmente? No. De su costado "manó sangre y agua" (Jn 19. 34). Agua y sangre purificadoras y regeneradoras del destino humano. Fuente de vida y esperanza. Manantial de salvación y redención. Y esto era sólo el principio de lo que se les venía encima a los asustados apóstoles que días después empezarían a comprender...

Ahora más que nunca, recien pasada la Semana Santa, todos tenemos en nuestras mentes los momentos más importantes de la Pasión de Cristo. Borriquitas, Santas Cenas, Calvarios, Dolorosas, Santos Entierros y Resucitados se han encargado de revivir el fervor y la fe del pueblo.

Los Resucitados. Quizás pasan un poco desapercibidos, pero son figuras clave de la Semana Santa y de la vida cristiana en general. Posamos los ojos en El Prendimiento; remiramos a los Crucificados; nos emocionamos con la Madre y sus miles de advocaciones... Y a lo más importante, El Resucitado, llegamos extasiados. No señores. No señoras. Está ahí delante de ti. En esta ocasión sólo es una figura policromada, pero en tu corazón la resurrección de Jesús es real. ¿También necesitamos meter el dedo en la llaga? Bienaventurados los que no vieron y creyeron (Jn 20. 29).

Un Padre que demuestra con la entrega de su propio hijo, que no hay más camino que el amor al prójimo. Uno hijo que fiel al Padre acepta su designio y cumple su labor con pulcra dedicación. Ese es tu Dios: dador de amor hasta el extremo. Puedes sentirte orgulloso de Él porque no sólo murió por ti sino que, sobre todo, VIVE POR TI. Gracias a su vida todo ha cambiado a la hora de nuestra muerte. Y eso es impagable.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN


1 comentario:

Anónimo dijo...

CRISTO HA RESUCITADO, sin duda alguna. Como en el CAMINO DE EMAÚS, hoy el SEÑOR sigue caminando con nosotros sin que a veces lo reconozcamos, qué pena. Aún así, ÉL sigue mostrándose todos los días AL PARTIR EL PAN. "Quédate con nosotros,la tarde está cayendo, quédate". Un fuerte abrazo ¡ALTER CÁDIZ!