Esta entrada se la debo a mi amigo y, desde el viernes, padrino Antonio Montero. Lo animé a que escribiese sobre la festividad de Cristo Rey del Universo, que se celebró el pasado domingo y que puso fin al año litúrgico. Este es el resultado. Gracias:
“Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36)
Ni en un Mercedes, ni en un BMW oficial. Entró triunfante sobre el lomo de un pollino… Ya me gustaría a mí ver a algunos políticos de nuestra España haciendo de su vida un ejemplo claro de lo que es servir a los demás…, sin aparentar.
Es cierto, Jesús supo “reinar” pero, lo hizo desde su Cruz, y acompañado por dos ladrones. Los gobernantes de hoy en día siguen sabiendo mucho de ladrones (sólo que son más de dos los que pululan por ahí), pero, por desgracia, de cruz, de sufrimiento y de redención, de eso, saben bien poco. Su corona, fue de espinas y su trono un madero. No necesitó que un conglomerado de empresas mediáticas estuviese a sus pies para difundir su mensaje. A su Verdad, plena, le hizo falta ningún SMS en el que se dijera “pásalo”. Desde el momento que en el que lo clavaron, todos supieron que su legado sería eterno.
No sé si Jesús sería partidario de una III República o de una Monarquía Constitucional. Lo único cierto es que este domingo 25 de noviembre todos los cristianos hemos vitoreado, cual Domingo de Ramos, que Cristo es nuestro Rey, es el Rey del Universo. Monárquicos o republicanos, da lo mismo, aquí, sólo quisiera reflejar la humildad, el amor y el perdón que derrocha Jesús como ejemplo para todos los que nos consideramos, cristianos y para más de un servidor del bien común…
Muy lejos de un dominio ideológico o de una manipulación en la educación de las conciencias y, con la mirada libertadora que caracteriza a los hijos de Dios, se nos plantea esta fiesta como el momento para poder contemplar, de manera íntima y profunda a nuestro redentor. Ante él, ante su Reino, nos sentimos superados, su amor nos ciega, nos cala hasta dominar y reinar en lo más profundo de nuestra alma. Es lo que también conocemos como el “Señorío de Dios”. Un “Señorío” que, por cierto, se encuentra muy lejos de cualquier connotación política.
Dios reina , sí, Dios es Señor de todo y de todos; está por encima de cualquier tiempo y gobierno; Él es el Rey de Reyes quien, con su vida, “enaltece a los humildes, los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos”. Los gobiernos pasan, las monarquías, las repúblicas, las dictaduras… pero Cristo, vencedor desde el principio de los tiempos, permanece para siempre.
Cuando todo el mundo exige el perdón de la Iglesia, en concreto me estoy acordando de ese tal Llamazares, hay también movimientos y cristianos de a pie que se preguntan, ¿cuándo nos van a pedir perdón a nosotros por los ultrajes, las vejaciones, las faltas de respeto en los medios y por el maltrato de políticos insensatos? Para más inri, en la Conferencia Episcopal -con Blázquez a la cabeza (por más que le pese a algún epíscopo)- se comenta el perdón por parte de la Iglesia en España. La Iglesia vuelve a pedir perdón, una vez más.
En la palestra cotidiana hasta el más “pintao” procuraría bajarse de la cruz en los momentos difíciles y salvar su pellejo: “¡yo a lo mío y que se las apañen los demás!” La pobreza ideológica e intelectual influye, con el miedo, sobre la valentía que ha de demostrar el creyente que se siente llamado a imitar la vida de Jesús y a dar ejemplo. Y, aunque es cierto que muchos prelados de boquilla o cristianos de misa semanal, no dan la talla para ponerse como modelos; eso no se puede convertir en una excusa para huir y no fijarse en nuestros rasgos comunes esenciales: humildad, sencillez, sacrificio, amor y perdón.
Él es Rey, pero su reino no es de este mundo. Él no nos va a increpar el famoso “por qué no te callas”, ni mucho menos, ni siquiera se va a imponer. Pero, ojo, tampoco es mudo. Con su vida y obra nos deja entrever la cara al “Reino de Dios”, los Evangelios nos proponen (no nos imponen) un estilo de vida con un nivel de exigencia máximo. Nos asoman al precipicio, nos avisan de que la caída puede ser dolorosa, pero, aun así, nos invitan a saltar sin miedo. Cristo saltó, sin paracaídas, descendió hasta la humillación suprema para, luego, ser enaltecido para siempre por su Padre. Sin la humillación, sin el sentido del sacrificio en la Cruz, no se puede comprender su Reino. Es por eso, que si la palabra Rey implica monarquía, desde hoy 25 de noviembre y sólo por Ti, Cristo Rey, cuentas un monárquico acérrimo.
2 comentarios:
Antoñito, espero que te haya gustado el resultad.Sigue escribiendo porque tienes talante. Ahí hay un periodista por descubrir!!
Muchas gracias "Juan Carlos". El resultado para mí es satisfactorio pero se te han escapado varias palabras esenciales para la comprensión del texto, en fin, que por el contexto se reconocía lo que quería decir.
Acerca de tu artículo sobre el diario Público, hay cosas de las que, abiertamente, no estoy conforme de cómo lo has tratado.
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