Para unos, es una simple manera de pasar el rato y no “destacar” sobre los demás, pero para los que conocen la dura censura que ha sufrido el Carnaval y sus máscaras, disfrazarse es todo un símbolo de libertad. Durante las fiestas de don Carnal nuestra identidad cambia por deseo propio. Ya lo hacían en la antigua Roma y se sigue haciendo en la actualidad, mediante el disfraz, durante unas horas o unos días se adquiere un rol completamente distinto al que nos tiene acostumbrado la vida cotidiana.
Las máscaras o los disfraces, tienen su origen en los tiempos romanos. Se asocian a los antiguos cultos funerarios y a la celebración de las fiestas en honor a Baco y Saturno. En ellas, además de las clásicas bacanales, se invocaba a los espíritus de los muertos para pedirles algún favor. Para ello, una persona se vestía de blanco y con una máscara en el rostro representaba la venida de los espíritus en ayuda a los vivos.
Los bailes de disfraces son unos de los actos más divertidos y transgresivos a los que se pueden acudir durante la semana grande de Cádiz. En siglos pasados, sobre todo en etapas dictatoriales, la autoridad sabía ya del desparrame y el desenfreno que producía el estar disfrazado. Por ello, el hecho de salir a la calle con una máscara aparentando ser lo que no se es, suponía motivo más que suficiente de persecución y, a veces, de encarcelamiento. "Con el paso del tiempo y afianzamiento del régimen dictatorial, las rectricciones se iban suavizando", nos relata Ramos Santana en su libro Carnaval secuestrado o historia del carnaval. En la actualidad, cada cual se puede disfrazar de lo que le apetezca. El único límite lo marca la propia moral.
En el Carnaval de la tacita de plata conviven dos tipos de disfraces. Las agrupaciones que participan en el Concurso oficial de agrupaciones carnavalescas (COAC), suelen vestir disfraces muy elaborados, específicos para la ocasión. En este caso nos referimos a ellos como “tipo”. El mejor disfraz del COAC es premiado con la aguja de oro. Algunos de estos los tipos son verdaderas obras de arte y trasportan al gaditano a otro mundo, donde vive con toda su alma uno de los acontecimientos lúdicos más esperados. Pepi Mayo es la más famosa de las costureras de todo Cádiz y en el taller de su tienda de la “Plaza de Abastos” nacen los “tipos” más elegantes del Carnaval.
En la calle nos movemos en un ambiente totalmente distinto. El disfraz callejero no brilla por su esplendor sino por su gracia y originalidad. La camisa más hortera del baúl de la abuela; unos pantalones de los años 60 y una peluca pueden servir para salir del paso. La imagen jocosa y divertida de los disfraces hace del Carnaval de Cádiz una fiesta única, que merece la pena conocer.
Sin embargo, hay quien dedica bastante tiempo en hacerse su propio disfraz con la intención de que éste destaque por encima de los demás. Dando una vuelta por las plazas, en los días festivos, podemos encontrar casi de todo. No te sorprendas si una señal de tráfico te indica que no puedes pasar por una calle específica, sólo ofrécele un poco de manzanilla y seguro que cambia de opinión.
Si no tienes tiempo de confeccionar tu propio “tipo” o no te importa demasiado ser original, dispones de multitud de tiendas que se dedican a la venta de disfraces y sus respectivos complementos. Por lo general, este tipo de atuendos se fabrican en cadena y son de baja calidad, así que no te apures demasiado si ves que ese disfraz de abeja que tanto te gustaba, lo llevan otras 50 personas más. Mira el lado positivo: siempre puedes entablar conversación con ellos y reírte de la coincidencia. Además, por apenas 20 euros pasarás unos días inolvidables siendo una abeja más del panal.
Durante todas las jornadas de la fiesta hay gente disfrazada por las calles y, además, puedes participar en las múltiples cabalgatas que recorren parte de la ciudad en un desfile de magia y color. No obstante, el disfraz cuenta con su día grande: el primer sábado de Carnaval. Mires donde mires la marea de color, purpurina, pelucas y pinturas te inundará. No dudes. Únete a la carrera si un grupo enorme de gaditanos, disfrazados de pamplonicas, emula un encierro de San Fermín por la calle Columela. Esto es Cádiz, todo es posible. Así es el Carnaval, cada disfraz es un ilusión y cada esquina es una sorpresa y, esquinas, ten por seguro que no faltan… ¿te animas?
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