"La Navidad es consumismo". Con esa frase lapidaria y entristecedora ha clasificado una compañera de clase una de las fiestas más bellas de los cristianos: Dios hecho carne.¡
Tercera semana del Adviento! ¡No falta nada para encender la última "velita"! Se trata de un tiempo de espera -dicén- de sosiego y calma. A mí me pasa todo lo contrario. De sosiego nada: ¡madre mía,
qué ganas de que llegue el día 25! ¿Calma? Ninguna. Preparación constante diría yo. Mis amigos me comentan que ando estresado. Puede ser. Yo les digo: "es que falta poco para la Navidad", y sigo cantando villancicos entre dientes.
La Navidad es consumismo. Cierto es que
la gente se lanza en masa a las grandes superficies para regalar y regalarse algún que otro detalle. Pero si sólo fuera consumismo..., qué tristeza tan grande. ¿Acaso no lo veís? Pues no será porque no se muestra en todos los sitios. Ni siquiera el frío ha conseguido hacerle callar.
¿No lo veís? Mirad los adornados escaparates de las tiendas; mirad las luces en las ciudades; mirad las exposiciones de Portales de Belén; mirad a esa gente cantando en el concurso de villancicos del pueblo; mirad a esa asociación de vecinos que se reune en torno a unos buñuelos a pasar la tarde juntos; mirad a
esa familia que se reencuentra en la cena de Nochebuena para compartir la alegría más grande; mirad (no sólo desde fuera) cómo las iglesias en la noche del 24 al 25 irradian felicidad;
mirad, mirad...y encontraréis.Dice el refrán que "no hay peor ciego que el que no quiere ver." Ni ver, ni oír, ni decir..., podríamos añadirle. Por mucho que nos deslumbren las luces de colores o por muy caro que se ponga el marisco esta última semana, hay algo más plantado en cada uno de nosotros que nos lleva volver la vista -aunque sólo sea un momento- sobre el verdadero motivo de estas fiestas: el pequeño niño Jesús.
Todo es por Él y para Él. Sin el Enmanuel nada de lo que celebramos tiene sentido. Una Navidad sin el nacimiento de Dios podrá ser cualquier otra cosa pero nunca será Natividad.
Al escuchar la frase de mi compañera de clase: "la Navidad es consumismo" (en parte tan llena de razón) no he podido evitar que dos sentimientos se contraposicionaran en mí. Por un lado, me he sentido plenamente afortunado. Y por otro me he sentido indignado al no haberle podido transmitir, aun estando tan cerca, la alegría que significa que el hijo de Dios nace y actúa en cada uno de nosotros.
¡Qué suerte tenemos los cristianos! ¿No? Qué esperanza y qué gozo tan grande, saber con certeza que el "Camino y la Vida" se encarna cada año para dar, sin distinciones, el amor más profundo que el hombre haya recibido jamás.
Ya no queda nada. Será mejor que ensanchemos el corazón y agudicemos la vista, no vaya a ser que no lo veámos nacer entre tantas luces y papanoeles colgandos de los balcones. No vaya a ser que sólo veámos consumismo. Sería una pena porque cantan por ahí que "parece un flor hermosa..., fun, fun, fun". ¡Qué felicidad! Unos días y estaremos en la misa del gallo cantando villancicos al niño. El día 25, un año más, la última velita se encenderá y su luz será guía y camino.